
Último brindis por La Locanda
Cierra un bar que fue refugio de libros, música, artistas y fiestas inolvidables. La Locanda se despide, pero su espíritu cultural perdura en quienes lo vivieron.
En el corazón de Colonia del Sacramento, entre el Barrio Sur y el Centro, donde las risas y los susurros se entrelazaban con acordes de música en vivo, un bar que reunía los libros, la música, y la gastronomía abrió sus puertas hace cinco años, prometiendo ser un refugio para artistas, amantes de la cultura y buscadores de momentos auténticos.
Al frente estaban Gustavo y Ángela, quienes, con su calidez y dedicación, hicieron que cada visitante se sintiera como en casa. A lo largo de su trayectoria, el bar se convirtió en un punto de encuentro entrañable, donde un variado grupo de personajes se disfrutaba bajo las misma luces.
A pesar de las adversidades que trajo la pandemia, el bar se mantuvo firme, ofreciendo un refugio donde las personas podían respirar tranquilos entre risas y distancias. Pasaron por su escenario DJs, músicos, cantantes, bandas, artistas visuales, actores, escritores, periodistas y animadores, formando un vibrante tapestry de creatividad y camaradería.
Este lugar fue el escenario de muchos sueños, como el concurso “Si lo sabe, cante”, que premió las mejores voces provenientes de rincones lejanos. Músicos reconocidos y emergentes encontraron en este espacio la oportunidad de expresarse, especialmente aquellos que, de otro modo, no tenían chance de tocar en Colonia.
Las fiestas temáticas fueron otro de los fuertes, invitando (e incitando) a explotar nuestra imaginación al máximo, así como romper con el conservadurismo de nuestra ciudad. Cada fiesta fue una apuesta enorme pero siempre se concretaba desde adentro, desde el núcleo del boliche, ya que todo el personal, incluidos Ángela y Gustavo, se lookeaban (level Dios) para coparse a full con su personaje.
Los toques y artistas en general que pasaron, recuerdan la era de otro de los lugares emblemáticos que tuvo Colonia: el Boliche (y me pongo de pie) Tr3s Cuarto, que durante años nos ofreció tanto que es difícil de enumerar.
Con el cierre de este emblemático bar, la comunidad pierde no solo un lugar, sino un espacio de encuentro —planeado, deseado, y no deseado también—, alegría y expresión donde cada rincón cuenta una historia, y cada presentación fue un eco de las pasiones que allí se vivieron.
La última llamada resuena, recordándonos que aunque las puertas cierran, el legado de este bar cultural siempre permanecerá en el corazón de quienes lo disfrutaron.